Según algunos autores la presencia del pueblo hebreo en la península ibérica se remonta a la época fenicia, ya que ambas culturas mantuvieron estrechas relaciones comerciales. El Mediterráneo siempre ha sido un medio extraordinario para la comunicación de las diferentes culturas, tal y como queda demostrado en época romana. Es en esta época cuando aparecen evidencias materiales de su existencia.
A principios del siglo IV se celebró, en la actual Granada, el Concilio de Elvira a instancia del obispo cordobés Osio, varios de sus cánones penalizaban a los cristianos que mantenían relaciones con judíos, por ejemplo. No podían casarse e incluso, no debían sentarse en una misma mesa.
Los judíos no fueron perseguidos, con severidad, en la península hasta el siglo VII (Reino Visigodo) obligándoles a cambiar de religión o a exiliarse, incluso una vez convertidos eran perseguidos por no generar confianza, sufrían azotes y rituales humillantes, fue un periodo muy oscuro dónde se perseguía erradicar el judaísmo. Los concilios celebrados en Toledo promovían las usurpaciones y la represión judía.
Los judíos vivieron el nacimiento de Al-ándalus como una liberación, el fin de la persecución que tantos años habían sufrido, de ahí su colaboración con los musulmanes para realizar la conquista de la Península. Este periodo es la denominada edad de oro de la cultura judía en España. Favorecidos por la dhimma (ley de protección) los judíos tenían garantizadas la vida, la propiedad de sus bienes y la libertad de culto, así como un alto grado de autonomía jurídica, si bien es cierto, estaban obligados a pagar impuestos extraordinarios y las leyes islámicas estaban por encima de las suyas. Tanto cristianos, árabes y judíos convivían durante esta época en paz, de ahí que a Córdoba se la conozca como “la ciudad de las tres culturas”, (aunque nosotros estemos más de acuerdo con la definición de «una cultura con tres religiones»). Este momento es cuando los judíos disfrutaron de mayor tranquilidad (pero no totalmente ya que siempre han sufrido ataques, asaltos y robos), la Sinagoga de Córdoba no pertenece a esta cronología de ocupación musulmana, sino que nuestra Sinagoga es permitida construirse bajo reinado cristiano, en el siglo XIV.
Cabe destacar el pueblo cordobés de Lucena, ya que fue un gran núcleo hebreo incluso en los periodos de persecución, conocida como “la perla de Sefarad”. La antigua escuela talmúdica de Eliossana (Dios nos salve) llegó a adquirir gran prestigio, el famoso filósofo y médico cordobés Maimónides se formó en ella. La Necrópolis Judía de Lucena es una de las mejor conservadas de Europa y en la actualidad es visitable.
Con la llegada de los almohades (extremistas), los judíos tuvieron que exiliarse o convertirse al Islam, muchos de ellos acabaron en reinos cristianos, encontrando asilo en el norte de Toledo, donde proliferaron y construyeron varias sinagogas.
Tras la Reconquista cristinan, los judíos disfrutaron durante un breve periodo de tiempo de esa misma «tranquilidad» que tuvieron bajo gobierno musulmán, pero poco a poco se vieron obligados a convertirse al cristinaismo. Aún asi, no vivieron con tranquilidad, ya que siempre levantaron sospechas de ser falsos conversos y de seguir realizando los ritos hebreos de forma oculta. La Inquisición ya los persiguió y quemó hasta que en 1492 fueron expulsados de España por los Reyes Católicos. Este último capítulo fue un exilio muy traumático teniendo que dejar atrás sus casas, sus pertenencias y toda una vida. Es por lo que el pueblo hebreo comienza a referirse a Sefarad con cierta nostalgia.
Hoy en día, situada en pleno corazón de la Judería de Córdoba se encuentra «La Casa de Sefarad» un espacio cultural que trata de divulgar y mantener la cultura, historia y tradición judía de Sefarad.