De alminar a campanario
10 enero, 2021

El número cordobés y la proporción cordobesa

 

Todo comienza cuando el arquitecto Rafael de la Hoz Arderius apasionado de las matemáticas y la geometría, allá por los años 50 comenzó a estudiar los monumentos de Córdoba, ciudad en la que residía, en busca de la proporción áurea, la ideal. No fue así, en lugar de encontrar dicha proporción divina resulta que en Córdoba prevalecía otra regla, ello no tuvo transcendencia alguna y quedó como una simple regla local más.

Publicado su estudio se procedió de igual forma en otros lugares y ámbitos, y ¡sorpresa! dicha relación estaba presente en numerosas construcciones, lo que llevó a reconsiderar la primera conclusión y continuar con el estudio.

Años más tarde, la Diputación de Córdoba encargó a Rafael de la Hoz realizar una serie de test como prueba para acceder a una beca de estudio para arquitectura, una de las preguntas era dibujar un rectángulo “ideal” para determinar la sensibilidad artística del alumno, como resultado se obtuvo que la mayoría de estudiantes, sobre todo cordobeses coincidieron en el tipo de rectángulo dibujado siendo este de proporción 1,3 y no de 1,618 (proporción áurea)

Con estos resultados y tras un nuevo estudio de los edificios cordobeses la conclusión era de esperar, la proporción estaba presente en edificios, construcciones, escultura y prácticamente toda obra de expresión artística. Ya solo quedaría ver dónde tiene su origen esta proporción.

Este número se obtiene dividiendo el valor del radio de la circunferencia circunscrita a un octógono regular entre el valor del lado. Aproximadamente es 1,307.

En edificios cordobeses como la mezquita, la plaza de capuchinos, la torre Malmuerta, la Merced, la fuente del potro y un sinfín de construcciones de gran belleza podemos encontrar dicha proporción.

Podemos concluir afirmando que si el hombre ideal davinciano debía ser de proporciones “divinas”, el hombre cordobés es según sus propias características étnicas “humano”.

Por último y como notación histórica, sabemos que durante el mandato de Al-Hakam II, Córdoba contó con una de las bibliotecas más importantes del mundo conocido, el califa contaba bajo su mando con escribas, traductores e iluminadores, así como un copista en Bagdad que reproducía las obras y las hacía llegar a Córdoba.

El siglo XI es conocido como el Siglo de Oro de la ciencia andalusí y es que personajes como Maslama «El Euclides de España» o Ibn Muad de Jaén realizaron grandes aportaciones al conocimiento matemático sobre la razón matemática, trigonometría o la astrología. Durante esta época, intelectuales de todos los rincones del mundo llegaban a Al-Ándalus para saciar su sed de conocimiento y darlos a conocer al resto de Europa.

Es el caso de Adelardo de Bath, científico y traductor que viajó por el mundo árabe, entre sus obras está la traducción del libro “Los Elementos de Euclides” del que solo había una traducción árabe del original griego, presumiblemente adquirido en Al-Ándalus. Este libro fue la base de los trabajos sobre la proporción armónica de Fibonacci, Leonardo da Vinci y Luca Pacioli, que finalmente desembarca en el libro “De divina proportione” que trata la proporción áurea desde una perspectiva matemática.

Por tanto, es lógico que habiendo contado Córdoba con los matemáticos más importantes de la época y con los conocimientos que aportaba la biblioteca de Al-Hakam II, que contara con una proporción propia y perfecta «LA PROPORCIÓN CORDOBESA»